Pyeongchang (Corea del Sur), 25 feb (dpa) – Treinta años después de los Juegos Olímpicos de verano en Seúl y 16 después del Mundial de fútbol, Corea del Sur cerró hoy el círculo con una eficiente organización de los Juegos de invierno de Pyeongchang, a los que sólo faltó algo de chispa.
Ante las temperaturas árticas y el desagradable viento de los primeros días, el anfitrión no podía hacer nada, pero el ambiente olímpico faltó en algunos deportes tradicionales como el esquí, donde hubo muchos huecos en las gradas pese a que los organizadores aseguraron haber vendido prácticamente todas las entradas.
El doping volvió a convertirse en un tema principal, sobre todo en el último día de competencias, cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió no levantar las sanciones a Rusia y no permitirle desfilar con su bandera en la ceremonia de clausura.
El COI y los atletas pusieron una buena nota a las instalaciones y la organización del evento celebrado en una apartada región del este surcoreano y en el que se invirtieron 11.000 millones de euros (unos 13.500 millones de dólares). «Corea del Sur llevó los Juegos a un nuevo nivel», dijo el presidente del COI, Thomas Bach.
Noruega venció en el medallero con 14 oros, 14 platas y 11 bronces, por delante de Alemania, que logró los mismos oros pero cuatro platas y cuatro bronces menos (14-10-7).
Mucho peor le fue al equipo de «Atletas Olímpicos de Rusia», como obligó el COI a denominarse a los 168 deportistas rusos que fueron invitados a participar pese a la suspensión de su comité olímpico nacional por el escándalo de manipulación de muestras en los Juegos de Sochi 2014.
Hace cuatro años, el anfitrión fue el ganador del medallero, pero esta vez tuvo que conformarse apenas con dos oros, el primero de los cuales llegó tres días antes del final de los Juegos con el triunfo de la patinadora artística de 15 años Alina Zagitova.
Especialmente orgullosos se mostraron el último día los jugadores del hockey sobre hielo, que tras vencer a Alemania en la final cantaron su himno a cappella junto a sus fans en las gradas.
Ni himno ni bandera estaban permitidos en Pyeongchang para los rusos, que compitieron bajo el estandarte olímpico. El COI meditó levantar la sanción para que pudieran desfilar con su bandera en la clausura, pero los positivos del curler Alexandr Krushelnitckii y de la piloto de bob Nadeshda Sergueyeva lo hicieron imposible.
Dos de los cuatro casos de doping durante los Juegos fueron rusos. Los otros los protagonizaron el patinador de shorttrack japonés Kei Saito y la jugadora de hockey eslovena Ziga Jeglic.
En la otra cara de la moneda aparecen los nombres de Ester Ledecka y Johannes Kläbo, las dos grandes estrellas surgidas de los Juegos surcoreanos. La checa consiguió una inédita victoria doble en esquí alpino (supergigante) y snowboard (supergigante paralelo), mientras que el noruego sumó tres medallas de oro en esquí nórdico.
Junto a ellos destacaron veteranos como el francés Martin Fourcade, con tres oros en biatlón, el estadounidense Shaun White, que recuperó su trono en el half pipe de snowboard, o la noruega Marit Björgen, que a los 37 años y en sus últimos Juegos, superó a su compatriota Ole Einar Björndalen y con ocho oros, cuatro platas y tres bronces se convirtió en la persona más laureada de la historia de los Juegos de invierno.
Las cuestiones geopolíticas también impregnaron el evento desde el principio. Con la participación de Corea del Norte, Pyeongchang debe quedar en el recuerdo como un mensaje de reconciliación. Solo unos meses antes, la tensión entre las dos Coreas por el programa atómico de Pyongyang era tan alta que se dudaba incluso de vivir unos Juegos pacíficos.
Si el acercamiento entre los dos países se prolongará más allá de los Juegos es algo aún incierto, pero uno de los grandes momentos que dejó la cita deportiva fue el desfile conjunto de las dos Coreas en la ceremonia inaugural.
Además, por primera vez, el norte y el sur formaron un equipo conjunto en una disciplina, el hockey sobre hielo femenino. Quedaron últimas y perdieron todos los partidos, pero quedarán por siempre como un símbolo de paz. «Para nosotros los coreanos, la participación de Corea del Norte fue algo especial», destacó la portavoz del comité organizador Nancy Park.
El legado de algunas instalaciones es dudoso, por lo que sobre el COI planea la pregunta de si realmente tiene sentido llevar los Juegos a lugares de escasa tradición. Dentro de cuatro años toca Pekín, pero después el olimpismo se inclina por volver a una región entusiasta por los deportes de invierno.
Por Martin Beils y Dirk Godder (dpa)