(dpa) – La regla del calor extremo existe desde hace años en el Abierto de Australia, los termómetros explotan y las pistas arden, pero la norma no se aplica ante la incomprensión de tenistas y aficionados. ¿Cuál es el motivo?
El primer Grand Slam vivió este viernes su jornada más calurosa de la semana, superando las ya extremas condiciones del jueves. La francesa Alize Cornet incluso estuvo al borde del colapso y debió recibir atención y tomarse la presión tras un golpe de calor en su encuentro ante la belga Elise Mertens.
Sin embargo, ni el techo retráctil de los tres estadios principales (Rod Laver, Margaret Court y Hisense) se movió un centímetro ni la actividad se suspendió en ningún momento en las canchas secundarias de Melbourne Park.
Ante la ola de críticas, el torneo explicó que no se llegaron a cumplir los criterios objetivos que prevén la aplicación de la normativa, aunque reconoció que estuvo muy cerca de hacerlo.
La aplicación de la regla del calor extremo, que permite desplegar el techo en las canchas principales y suspender la actividad en las pistas secundarias, estipula que la temperatura ambiente debe superar los 40 grados centígrados y el índice WBGT (Wet Bulb Globe Temperature), que mide la humedad del aire entre otros factores, alcanzar los 32,5 grados.
El torneo señaló que la temperatura en Melbourne Park alcanzó hoy un pico de 40,2 grados a las 14:25 local (estaba previsto que llegara a 42). Pero el índice WBGT, conocido también como termómetro de bulbo húmedo, llegó «apenas» a 31,1.
«Como pueden ver, estuvimos cerca de implementar la política del calor extremo hoy», explicó el árbitro Wayne McKewen en un comunicado difundido por la organización.
«Tuvimos a nuestros expertos del departamento climático brindándonos regularmente actualizaciones sobre la temperatura y las previsiones del tiempo. Estábamos completamente preparados para detener el juego una vez que el WBGT ascendiera a 32,5», indicó McKewen. «Pero la temperatura bajó 4,9 grados en 26 minutos y llegó el frente más frío que estaba previsto».
Efectivamente, la temperatura registró un brusco descenso con el transcurso de la tarde, pasando de los 40 grados a estar por debajo de los 30. Pero hasta entonces, varios tenistas debieron vivir un auténtico infierno.
«Es muy complicado jugar con este calor. No te entra aire en el cuerpo, no consigues respirar bien», señaló el español Pablo Carreño tras su pasaje a octavos de final. «Había muchos momentos en los que decías ‘por favor, dónde estoy, necesito que me tiren agua encima'», dijo después de su victoria sobre el luxemburgués Gilles Müller en el peor momento del día.
El jueves, cuando las temperaturas llegaron hasta los 39 grados, el francés Gael Monfils aseguró haberse sentido al borde del colapso y el serbio Novak Djokovic señaló que las condiciones fueron brutales y estuvieron «en el límite» de poner en peligro la salud.
El director del torneo, Craig Tiley, insistió hoy en que la salud de los jugadores es un tema prioritario, pero justificó la no aplicación de la norma que desde 2015 rige en Australia.
«Las reglas son establecidas antes del evento y si comenzamos el torneo con unas normas, no podemos cambiarlas a mitad de camino», indicó. «Por supuesto, comprendemos que competir en estas condiciones no es sencillo. También es un desafío para nuestro equipo y aquellos que trabajan afuera como ball boys y jueces», agregó.
Tiley señaló que los jugadores trabajan duro para competir en estas condiciones y que Australia es uno de los pocos torneos del mundo que cuentan con una regla del calor extremo -comenzó a aplicarse después de una brutal ola de calor en la edición del 2014-, aunque dejó abierta la posibilidad de revisar la política.
«Al final de cada Abierto de Australia siempre revisamos nuestras políticas y normas. La regla del calor extremo no es ninguna excepción, por lo que consultaremos una vez más el asunto con los jugadores».
Por Tomás Rudich