Washington, 21 feb (dpa) – El predicador evangelista Billy Graham, una de las figuras religiosas más destacadas del siglo XX en Estados Unidos, murió a los 99 años en su casa en Montreat (Carolina del Norte), informó hoy un portavoz de la Asociación Evangelista Billy Graham.
La muerte de Graham ha provocado pesar en Estados Unidos, donde el presidente Estados Unidos lo definió como «un hombre excelente», que fue muy especial. El vicepresidente Mike Pence declaró que Graham cambió la vida de millones de personas.
Durante décadas, Graham fue considerado el «predicador de Estados Unidos», pero sus posiciones conservadores no estuvieron exentas de controversia. Fue asesor de varios presidentes, entre ellos Lyndon B. Johnson, Gerald Ford y George Bush padre. También habría ayudado a George W. Bush en los años 80 en su lucha contra el alcoholismo.
En 2002 fue criticado cuando salió a la luz un extracto de una conversación suya con el entonces presidente Richard Nixon en 1972 en el que el predicador pedía romper la «estrangulación» judía de los medios. El predicador se disculpó por sus declaraciones aunque alegó que no podía recordar haber dicho esas palabras.
Graham nació en 1918 como hijo de un granjero en Carolina del Norte. A los 16 años se convirtió al evangelismo y tras una formación como predicador comenzó con campañas evangelísticas consiguiendo llamar la atención desde el principio. Una de esas campañas que en un principio tenía que durar tres semanas tuvo que prolongarse durante ocho porque siempre acudía gente al lugar.
En 1950 fundó la Billy Graham Evangelistic Association. Durante más de 50 años se emitió todos los domingos su programa de radio «La hora de la decisión», que se retransmitía en todo el mundo a través de más de 700 emisoras.
A ello se sumaron programas de televisión, películas, artículos diarios en los periódicos y sobre todo evangelizaciones multitudinarias en todo el mundo.
Graham estuvo muy enfermo durante años. Padeció cáncer de próstata y Parkinson. En 2005 se jubiló en un acto con más de 230.000 personas en Nueva York. «Me alegro de poder ver pronto cara a cara a Dios», dijo entonces.