Barcelona/Madrid, 24 mar (dpa) – Pasaron meses de proceso independentista unilateral en Cataluña y de actuaciones judiciales para ponerle freno, pero la poderosa región nororiental de España ofreció hoy otra muestra de división entre dos frentes políticos y sociales que parecen más irreconciliables que nunca.
La mecha se encendió el viernes, cuando el Tribunal Supremo español procesó a 25 políticos y líderes civiles por el plan ilegal para crear una «república catalana» y envió a prisión preventiva a cinco de ellos, incluyendo al nuevo candidato de los soberanistas para presidir la región, Jordi Turull.
Miles de independentistas protestaron ya durante la noche en diversas ciudades catalanas y protagonizaron choques con la policía que dejaron 25 heridos leves. La tensión alcanzó hoy el Parlamento en Barcelona, donde los soberanistas convirtieron la malograda investidura de Turull en un alegato contra España y su Justicia.
«Cultura policial», «violencia institucional», «crimen monstruoso» o «involución democrática sin precedentes» fueron algunas de las acusaciones lanzadas por diputados soberanistas durante el pleno, mientras que los antiindependentistas les exigían «volver a la realidad» o directamente abandonaban la sala en señal de protesta.
«Ningun ciudadano europeo está soportando la represion que sufren los ciudadanos catalanes. ¿Se dan cuenta del estado de excepcion en el que vivimos?», arriesgó el diputado Quim Torra, de la plataforma Junts per Catalunya (JxCat) del destituido presidente Carles Puigdemont. «Toda Cataluña es una inmensa cárcel», sostuvo.
Por parte de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el segundo partido independentista más fuerte de la Cámara, el portavoz Sergi Sabrià vio «tocado de muerte» al Estado español: «La democracia en el Estado ha quedado definitivamente suspendida y no hay espacio para la equidistancia».
La Candidatura de Unidad Popular (CUP), pequeña y decisiva formación independentista y antisistema, llamó abiertamente a una «resistencia insumisa». «Si nos atacan como pueblo, responderemos como pueblo», avisó la diputada Natàlia Sànchez, que pidió «combatir la represión del Estado de Felipe VI».
El tono de los partidarios de romper con España recupera así su máximo nivel de crispación desde que el plan soberanista culminó a fines de octubre con el Parlamento catalán aprobando una resolución unilateral para crear una nueva república, lo que motivó la destitución del Gobieno de Puigdemont y la ofensiva judicial.
Nueve independentistas se encuentran en prisión preventiva en Madrid y siete se desplazaron al extranjero, incluido Puigdemont. El juez emitió el viernes una orden de captura europea contra seis de ellos, que podrían ser detenidos de forma inminente y seguir alimentando la tensión.
Mientras el soberanismo cree que esas actuaciones prueban el «autoritarismo» de España, los antiindependentistas volvieron a pedir hoy respeto a la Justicia y recordaron las ilegalidades cometidas por los procesados en su carrera hacia la independencia: un objetivo que, por otra parte, solo apoya algo menos de la mitad de los catalanes.
«Basta ya: han perdido, han fracasado», pidió a los soberanistas Inés Arrimadas, líder del partido Ciudadanos que ganó las elecciones del 21 de diciembre pero no suma mayoría para gobernar la región. «Paren ya el procés, volvamos a la legalidad, la normalidad, a la convivencia dentro de la ley».
Los cuatro diputados del Partido Popular de Mariano Rajoy, por su parte, abandonaron directamente el hemiciclo en señal de protesta por lo que consideraron un fraude de ley: que la sesión de investidura fuese utilizada para un debate político y un acto de reivindicación de los presos y fugados.
La división entre ambos bloques y la utilización de la Cámara quedó patente en una imagen: cuando Sabriá pidió un aplauso a los familiares de los imputados y presos presentes en el Parlamento, los independentistas ofrecieron una larga ovación de pie mientras el resto de diputados esperaban en silencio y sentados.
En esa situación de división frontal, la mayoría absoluta independentista tiene dos meses para elegir un candidato a presidir Cataluña. Si no lo logran, se convocarían automáticamente elecciones. Las diferencias internas en el bloque y la ausencia de diputados en el exterior dificulta que lo consigan.
Una salida a la parálisis podría pasar por la formación de una mayoría alternativa. No es casual que los líderes de los dos partidos progresistas no independentistas, Miquel Iceta (Partido Socialista) y Xavier Domènech (Catalunya En Comù Podem), pronunciaran hoy los discursos más conciliadores y pidieran en el «Parlament» dejar atrás «la lógica de vencedores y vencidos» y «acercar posiciones».
Por Pablo Sanguinetti (dpa)