(dpa) – El papa Francisco recorrió hoy en su papamóvil al emblemático y populoso barrio de Buenos Aires, en la ciudad de Trujillo, en el norte de Perú, donde fue recibido por cientos de personas en un ambiente festivo.
Francisco optó por recorrer Buenos Aires debido a los estragos que dejó en el lugar el año pasado el «niño costero», fenómeno atmosférico que dejó en el norte del Perú unos 160 muertos y más de un millón de afectados por inundaciones derivadas de fuertes lluvias y el desborde de ríos.
Pero, más allá de eso, la visita y la homonimia se prestaron para revivir el «misterioso» tema de que en cinco años de papado y tras seis visitas a América Latina, el pontífice nunca haya ido como tal a la capital de Argentina, donde nació hace 81 años.
Con fieles situados muy cerca al papamóvil, que circulaba a una velocidad relativamente alta, el jefe sde la Iglesia católica se enrumbó sobre todo por la avenida Libertad, que en adelante se llamará Papa Francisco.
Aunque no hubo expresiones de malestar ante el papa, las críticas de los pobladores a las autoridades locales no faltaron, en especial porque supuestamente solo se arreglaron los lugares incluidos en la visita, mientras que el resto del barrio siguió en la precariedad de siempre.
El «niño costero» dejó unas 3.000 personas que lo perdieron todo en Buenos Aires. Un año después, hay quien vive como si la tragedia hubiera ocurrido hace apenas unos días. En general, en toda la zona norte los trabajos de recuperación avanzan con gran lentitud pese a las promesas del presidente Pedro Pablo Kuczynski.
Pero la presencia de Francisco hizo que el tema se olvidara por un momento. Con globos amarillos y blancos, los «bonaerenses» recibieron con vítores al papa, que respondió con bendiciones. Las protestas se dejaron, aparentemente, para el ámbito interno.
Unos 3.600 kilómetros al sur, en Buenos Aires, la ciudad natal del papa, se mantenían las especulaciones sobre la ausencia de su célebre hijo, el máximo jefe del catolicismo.
«A Francisco le duele mucho que lo metan en la grieta argentina. Tenemos que sacarlo de ahí», dijo en una entrevista con dpa el ex embajador de Argentina en el Vaticano Eduardo Valdés.
«Grieta» es una palabra común en el país sureño para describir las duras discrepancias entre dos sectores políticos: uno volcado a la izquierda con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner como referente y otro de derecha que básicamente está aglutinado en torno al actual mandatario, Mauricio Macri.
Quienes apoyan a Macri creen que el pontífice avala con su silencio las críticas a su gestión. También recuerdan que Francisco se reunió siete veces con Fernández de Kirchner y solo dos con el mandatario.
Según el obispo argentino Víctor Fernández, el papa «teme que su presencia en el país pueda ser utilizada para exacerbar aún más esta división».
«Parece que cada argentino quiere tener su propio papa, el que con su mensaje represente mejor su ideología. Y si no nos gusta lo que dice, es un adversario», afirmó Valdés.
La visita del papa a Chile y el Perú revivió la polémica e hizo que el Gobierno de Argentina saliera a tratar de disolver las dudas: «No consideramos que haya ninguna cuestión política en la no visita. Es su casa, su tierra. Él no necesita invitación», dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en una conferencia de prensa.
«Es doloroso que pase por arriba nuestro y aterrice en otro lado», se quejó, sin embargo, el sacerdote Jorge Oesterheld, portavoz de la Conferencia Episcopal Argentina.
Mientras en Argentina echan de menos al primer latinoamericano que llegó a papa, éste la pasa bien en el Perú, donde, a diferencia de las protestas y de la baja concurrencia a sus misas que caracterizaron la visita a Chile, ha sido recibido con entusiasmo por un país que sigue siendo católico conservador a pesar de los avances del evangelismo, por un lado, y del agnosticismo, por otro.
Por Gonzalo Ruiz Tovar