Hamburgo, 5 feb (dpa) – Un búnker antiaéreo situado en el conocido barrio hamburgués de St. Pauli, que albergó a miles habitantes de Hamburgo durante la Segunda Guerra Mundial, se convertirá próximamente en el próximo hito de la ciudad del norte de Alemania.
Elevado en cinco plantas piramidales, desde el emblemático edificio de hormigón se podrá contemplar la ciudad desde el jardín de la azotea, situada a una altura de 58 metros.
Pero pasarán varios meses antes de que los primeros visitantes puedan subir al tejado del búnker gris sobre el cual cuatro cañones, uno en cada dirección, estaban destinados a proteger a los ciudadanos de los ataques aéreos durante la guerra. Hoy en día, los anclajes oxidados de las torretas son testigos de aquellos cañones.
«Hace dos meses se hormigonó el techo superior, así que el casco está casi terminado. Actualmente estamos trabajando en el interior», señala el portavoz del proyecto, Frank Schulze.
Los trabajos de remodelación comenzaron hace casi tres años y el objetivo es terminar en el transcurso del año. Sin embargo, según Schulze, todavía no es posible estimar con exactitud cuándo será la inauguración.
El ritmo de la construcción depende en gran medida de factores sobre los que no se puede influir, como la continua escasez de materiales de construcción. Originalmente, el final de las obras estaba previsto para 2021. Sin embargo, los problemas relacionados con el coronavirus y los cuellos de botella en el suministro de materiales está causando retrasos.
El rediseño del búnker lleva años causando revuelo, incluso más allá de las fronteras de la ciudad alemana. El diario New York Times y el canal de noticias CNN, entre otros, informaron sobre el proyecto. La razón es que la empresa constructora de Hamburgo Matzen Immobilien, cuyo portavoz es Schulze, quiere convertir el búnker en un nuevo espacio recreativo.
Para ello, ya invirtió unos 60 millones de euros (68,7 millones de dólares), 35 millones más de lo previsto. Está previsto que los gastos se refinancien mediante el alquiler de los nuevos espacios.
Desde que comenzó la construcción, el exterior del búnker ha cambiado constantemente. En los próximos meses, el gris piedra se convertirá en uno verde.
Asimismo, el techo se convertirá en un parque público de más de 7.000 metros cuadrados. La vista desde allí arriba es imponente y los futuros visitantes solo tendrán que hacer un giro de 360 grados para ver la torre de televisión, el puerto, el moderno edificio de la Filarmónica del Elba y la iglesia de San Miguel, llamada coloquialmente «Der Michel».
Las obras también avanzan en el interior del edificio. Actualmente se está construyendo una sala que lleva el nombre de Georg Elser, un opositor al régimen nacionalsocialista y conocido por el intento de asesinar a Hitler.
El salón, que ofrecerá espacio para hasta 2.200 personas, será utilizado durante el día como espacio para deportes escolares, mientras que por las noches y los fines de semana están previstos actos culturales como conciertos y lecturas.
Además, el proyecto incluye un hotel con 136 habitaciones, salas de arte y cultura, así como un bar y un restaurante.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, el búnker de la calle Feldstrasse albergó apartamentos, empresas y depósitos. Entre los inquilinos actuales figuran un club de música y numerosas empresas de comunicación.
Por Julian Weber (dpa)