La mayoría de los seres vivos del planeta necesitan oxígeno para sobrevivir. Desde los animales más complejos hasta los microorganismos más simples, respirar —de una forma u otra— parece ser una condición inevitable de la vida. Pero no para todos. Existe un animal que puede vivir sin oxígeno, algo que durante mucho tiempo se creyó imposible en el reino animal.

Suena a ciencia ficción, pero es un hecho documentado: hay una pequeña criatura marina capaz de desarrollar todo su ciclo de vida sin respirar oxígeno en absoluto.
Un parásito que rompió las reglas biológicas
El protagonista de esta historia es un organismo microscópico llamado Henneguya salminicola. Aunque tiene un nombre complicado, su aspecto recuerda al de una diminuta medusa gelatinosa. Vive dentro de peces, especialmente en algunas especies de salmón, y pertenece a un grupo de animales simples llamados mixozoos.
Lo que lo hace extraordinario no es su forma, sino su biología. A diferencia de cualquier otro animal estudiado hasta ahora, este parásito no necesita oxígeno para vivir. No respira, no tiene pulmones ni branquias, pero tampoco tiene lo que se creía indispensable para todo ser animal: mitocondrias funcionales, las “centrales energéticas” de las células.
Las mitocondrias son las estructuras que permiten a los animales transformar oxígeno en energía. Sin ellas, no habría movimiento, crecimiento ni actividad biológica. Hasta que apareció este caso único.
Cómo vive un animal sin respirar
En lugar de producir energía a partir del oxígeno, como casi todos los animales, Henneguya salminicola obtiene su energía por vías anaeróbicas, similares a las de algunos hongos y bacterias. Es decir: funciona como si fuera un organismo que nunca evolucionó para respirar.
Y esto no es un truco temporal. No es que pueda aguantar sin oxígeno por un rato, como ciertos peces o tortugas. No. Este animal ha perdido por completo la capacidad de respirar. No solo no usa oxígeno: su cuerpo ya no tiene los genes necesarios para hacerlo.
¿Cómo logra vivir así? Su vida como parásito lo mantiene dentro de los tejidos del pez huésped, donde obtiene todo lo que necesita ya procesado. No caza, no digiere, no necesita moverse demasiado. Su entorno estable le permitió deshacerse de funciones biológicas que ya no eran necesarias. En otras palabras: evolucionó “hacia atrás” para simplificarse.
Lo que este animal nos enseña sobre la vida
El descubrimiento de este organismo obligó a los científicos a corregir una idea que parecía indiscutible: que todos los animales necesitan oxígeno. Ya no es así. Este caso demuestra que la vida es mucho más flexible de lo que pensamos y que la evolución no siempre avanza hacia mayor complejidad. A veces, simplifica.
Este hallazgo también abre preguntas fascinantes:
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¿Podrían existir otros animales anaeróbicos aún no descubiertos?
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¿Es posible la vida animal en ambientes sin oxígeno, incluso fuera de la Tierra?
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¿Qué más creemos que es “imposible” biológicamente… hasta que deja de serlo?
Lo que está claro es que este pequeño parásito ha cambiado la forma en que entendemos la frontera entre lo animal y lo microbiano. Es un recordatorio de que la naturaleza no sigue nuestras reglas: se adapta.