En la era de las pantallas, la inteligencia emocional se convierte en una herramienta esencial para conectar de forma real y saludable.

Las redes sociales han cambiado la manera en que nos relacionamos, pero también la forma en que sentimos. La inmediatez, la sobreexposición y la comparación constante generan nuevas tensiones que requieren un contrapeso emocional. La inteligencia emocional —esa habilidad para entender y gestionar las propias emociones— es ahora más necesaria que nunca.
Saber cuándo participar y cuándo desconectar, cómo responder sin reaccionar impulsivamente o cómo mantener empatía en un entorno virtual son destrezas que definen el bienestar digital. La tecnología no tiene por qué alejarnos, siempre que aprendamos a usarla con conciencia.
El reto no está en apagar las pantallas, sino en mantener encendido lo humano