El impacto de la sequía en la economía es una preocupación apremiante en muchas regiones del mundo. La sequía, caracterizada por períodos prolongados de escasez de lluvia y escasez de agua, puede tener consecuencias de largo alcance en varios sectores económicos.
El sector económico significativamente afectado por la sequía es la agricultura. La menor disponibilidad de agua conduce a una disminución del rendimiento de los cultivos y pérdidas de ganado, lo que se traduce en una menor producción agrícola.
Los agricultores enfrentan desafíos en el cultivo de sus cultivos, ya que la escasez de agua dificulta las prácticas de riego. Esto, a su vez, conduce a una disminución de la productividad y una mayor vulnerabilidad a las malas cosechas. Como resultado, los precios de los alimentos aumentan debido a la oferta limitada, lo que afecta tanto a los consumidores como a las empresas que dependen de los productos agrícolas.
Por ejemplo, durante la sequía severa en California de 2012 a 2017, el sector agrícola experimentó pérdidas directas estimadas en $3800 millones, con impactos significativos en la producción de cultivos y la ganadería. La manufactura es otro sector que lleva la peor parte de la sequía. El acceso limitado a los recursos hídricos obstaculiza los procesos de producción, particularmente en las industrias que hacen un uso intensivo del agua, como los textiles, el procesamiento de alimentos y la fabricación de bebidas.
La falta de agua para refrigeración, limpieza y otras operaciones esenciales de fabricación da como resultado una disminución de la producción y un aumento de los costos.
En Sudáfrica, la sequía de 2015-2016 provocó una escasez de agua que condujo a una disminución del 10 % en la producción manufacturera, lo que exacerbó los desafíos económicos del país.
Las consecuencias económicas de la sequía se extienden más allá de sectores específicos y tienen implicaciones más amplias para el economía general. Una consecuencia importante es la disminución del crecimiento del PIB. Las reducciones inducidas por la sequía en la producción agrícola y manufacturera impactan directamente en la producción económica general de un país o región.
Australia experimentó una disminución del crecimiento del PIB del 0,2 % en 2019 debido a las graves condiciones de sequía que afectaron la producción y las exportaciones agrícolas. Además, la sequía a menudo conduce a un aumento de las tasas de desempleo, particularmente en sectores que dependen en gran medida de los recursos hídricos. A medida que disminuyen las actividades agrícolas y manufactureras, las empresas pueden verse obligadas a reducir su tamaño o cerrar, lo que resulta en la pérdida de puestos de trabajo.
En los Estados Unidos, la sequía de 2012 provocó la pérdida de aproximadamente 47 500 puestos de trabajo solo en el sector agrícola. El efecto dominó de la pérdida de puestos de trabajo en estos sectores también puede afectar a otras industrias relacionadas, lo que lleva a una recesión económica más amplia.
La presión inflacionaria es otra consecuencia de la sequía, impulsada principalmente por el aumento de los precios de los alimentos. A medida que disminuye la producción agrícola, disminuye la oferta de alimentos, lo que hace que los precios suban. Esta presión inflacionaria afecta el poder adquisitivo de los consumidores, particularmente de aquellos con menores ingresos que gastan una mayor proporción de sus ingresos en alimentos. Además, las empresas que dependen de insumos agrícolas enfrentan mayores costos de producción, que pueden trasladarse a los consumidores en forma de precios más altos de bienes y servicios.