Gotinga/Friburgo, 2 may (dpa) – Energía, alimento, vida… el Sol es fundamental para la Tierra. Pero actualmente se encuentra en una fase de baja actividad, lo que ha despertado especulaciones sobre la posibilidad de que se avecine una pequeña edad de hielo debido a una reducida radiación solar.
Durante la época de baja actividad solar conocida como mínimo de Maunder, en la segunda mitad del siglo XVII, en Europa bajaron tanto las temperaturas que los londinenses podían patinar sobre hielo en el Támesis en invierno. El Ejército sueco pudo incluso marchar en 1658 contra Dinamarca cruzando a pie un helado mar Báltico.
Según Dan Lubin, de la Institución Scripps de Oceanografía de la Universidad de California, cabe la posibilidad de que la actividad del Sol caiga a otro mínimo a lo largo de este siglo. El patrón de la reducción de la actividad solar recuerda al del gran mínimo anterior, apuntan este y otros expertos. Sin embargo, una nueva fase de ese tipo no llevaría a un enfriamiento, sino que frenaría algo el calentamiento global provocado por el hombre, señala la Institución Scripps.
Pero no está tan claro que se esté iniciando una época de actividad mínima. «El próximo gran mínimo llegará, pero no podemos predecir cuándo», explica el físico solar Sami Solanki, director del Instituto Max Planck para la Investigación Solar con sede en Gotinga, Alemania. «No podemos hacer predicciones que vayan más allá de algunos años».
El Sol sigue ciclos regulares de actividad de unos 11 años, en los que se alternan fases de elevada actividad con épocas de baja actividad. En mínimos prolongados como el de Maunder la actividad solar se mantuvo en niveles bajos durante décadas. «El ciclo solar actual es muy débil, hay que remontarse casi 100 años para encontrar otro tan débil», apunta Solanki. «Pero entonces siguió directamente un ciclo muy intenso. Por eso no se pueden hacer pronósticos».
Los físicos confían en poder obtener mejores datos gracias a misiones como la «Solar Orbiter» de la Agencia Espacial Europea (ESA). Este satélite, cuyo lanzamiento está previsto en febrero de 2019, estudiará por primera vez los polos del Sol, responsables de sus campos magnéticos y fundamentales para el funcionamiento de la estrella.
Para poder estimar cuánto se debilitará la radiación solar en el próximo gran mínimo, Lubin y sus colegas han estudiado más de 30 estrellas parecidas al Sol y que actualmente se encuentran en una fase prolongada de actividad mínima. Los expertos esperan que la radiación ultravioleta del Sol caiga un siete por ciento, según apuntaron en la revista especializada «Astrophysical Journal Letters».
«Ahora tenemos un valor orientativo con el que podemos hacer mejores cálculos de modelos climáticos», apuntó Lubin, citado en un comunicado de su universidad. «Así tenemos una mejor idea de cómo afectan los cambios en la radiación ultravioleta del Sol al cambio climático». Los cambios en el conjunto de la radiación solar serían mucho menores que en el caso de la ultravioleta. Pero «la radiación ultravioleta juega un papel fundamental para el clima, ya que no sólo es absorbida por la atmósfera, sino que es un factor decisivo para la química atmosférica», dice Solanki, que no participó en el estudio.
Tampoco está claro en qué medida contribuyó el mínimo de Maunder -llamado así por la pareja de astrónomos Anne y Edward Maunder- a la pequeña edad de hielo en el siglo XVII, que ya había comenzado antes. «Cuando durante muchas décadas domina una baja actividad solar, ese efecto puede acumularse en consecuencias medibles», apunta el helisismólogo Markus Roth, del Instituto Kiepenheuer para Física Solar de Friburgo. Pero la influencia del ser humano en el clima es mayor todavía.
Por eso, aunque en la actualidad se produjese un nuevo mínimo de Maunder no habría un enfriamiento, afirma la Institución Scripps en base a una simulación. La temperatura media global en la Tierra podría bajar en un primer momento «hasta unas décimas de grado», pero cuando se volviese a una actividad solar normal retornaría casi a los niveles alcanzados. «La influencia del Sol en el clima es cada vez menor y menos significativa que la del ser humano», dice también Solanki.
Una de las ventajas de una menor actividad solar es que beneficia a los satélites y astronautas en la órbita terrestre. «En épocas de máximos de actividad del Sol hay más tormentas solares que influyen en nuestra tecnología en el espacio», explica Roth. El Sol genera continuamente una corriente eléctrica de partículas subatómicas denominada viento solar.
Las erupciones solares pueden provocar que ese viento se convierta en tormenta, lo que hace peligrar a satélites y astronautas y afecta también a los sistemas de navegación, vuelo, radiocomunicaciones y las redes eléctricas. «En el siglo XX tuvimos un máximo de actividad solar. Ahora el Sol vuelve a su fase más tranquila», explica Roth.
Por Till Mundzeck (dpa)