Berlín/Wittmund, 21 abr (dpa) – Su nombre aparece en tiendas de vehículos, restaurantes y videojuegos; Snoopy lo tuvo en su punto de mira y los niños pueden construir su Fokker rojo, el famoso caza, con piezas de Lego. El piloto alemán Manfred Freiherr von Richthofen, más conocido como «Barón Rojo», ya era muy conocido en la Primera Guerra Mundial, pero ahora, 100 años después de su muerte, es un objeto de culto, una marca y una leyenda.
Se cree que derribó cerca de 80 aviones montado en su biplano y triplano rojo. En su casa lo alababan como «Barón Rojo», mientras que los enemigos lo temían y respetaban llamándole «Diablo Rojo». Aún cuando vivía, se le ensalzaba como un héroe caballeresco y los nazis sacaron provecho de su imagen con fines propagandísticos.
Existe concretamente un momento de su vida que ha sido narrado y rodado en numerosas ocasiones: Manfred von Richthofen vuela en su Fokker cazando aviones enemigos. Se coloca detrás de un inglés y comienza a disparar. Cuando ve que su enemigo no se puede defender debido a que se le ha encasquillado el arma, detiene el fuego y hace señales al piloto británico para que aterrice. Una vez en tierra le saluda amablemente y le ofrece un cigarrillo. Según la historia, el «Barón Rojo» tenía un espíritu deportivo, era caballeroso y noble.
Sin embargo, el historiador Joachim Castan, autor de una amplia biografía de Richthofen, duda de la veracidad del mito del noble caballero del aire. No se sabe lo que realmente ocurrió allí arriba, destaca. Además, el Barón también tomó como objetivo a los enemigos que estaban fuera de combate. De hecho, solo 33 de los más de 100 pilotos y miembros de la tripulación a los que derribó sobrevivieron, dice el historiador.
Castan sostiene que la propaganda maquilló la personalidad real del piloto. Para él, Richthofen era por encima de todo un cazador; acumulaba trofeos y ansiaba la fama. El joven alemán nacido en 1892 en Breslau consideraba los duelos aéreos como una competición. Ya antes solo se interesaba por la caza y no tenía ninguna otra afición. Las mujeres no desempeñaron ningún papel en su vida, pese a sus numerosas admiradoras. Tan solo cuatro meses después de su primer derribo en 1917 pusieron bajo su mando una escuadrilla.
La escuadra 71 de las fuerzas aéreas alemanas en Wittmund, en el noroeste de Alemania, lleva orgullosamente el nombre de Richthofen y todos sus aviones llevan una «R» pintada. Es una figura con la que se identifican los soldados y representa los valores de compañerismo y sentido del deber, dice el comodoro Kai Ohlemacher. Además, con sus tácticas el «Barón Rojo» estableció las bases de la aviación militar de las que se benefician hoy en día los pilotos, añade.
Tras un escándalo con un soldado de extrema derecha, el Ejército alemán está luchando contra su herencia histórica, especialmente con el nazismo. Sin embargo, en Wittmund Richthofen es un modelo a seguir para los soldados. Se fijan en la persona, no en el régimen, explica Ohlemacher. En el centenario de su muerte se honrará al «Barón Rojo» en Wittmund con una serenata.
Castan también admite que se trata del piloto más exitoso de la Primera Guerra Mundial. «Era intrépido y decidido, también tenía sangre fría». A Richthofen solo le importaba el número de derribos, sostiene el historiador. «No veo ningún objetivo heroico en él».
El historiador cree que las historias de que llevaba a cabo una guerra limpia son meros cuentos: en la guerra gobierna la brutalidad pura.
El propio Richthofen sufrió en persona parte de esa brutalidad. En 1917 sufrió una herida de bala en la frente en pleno combate aéreo que lo paralizó y cegó brevemente. Sin embargo, consiguió aterrizar el avión antes de quedarse inconsciente. Pese a las recomendaciones de los médicos, poco después volvió a estar en el aire.
El 21 de abril de 1918, con solo 25 años, fue derribado en el norte de Francia, no en un heroico combate aéreo, sino tras las líneas enemigas por el tiro de un soldado raso que estaba en tierra.
Según las teorías de algunos investigadores, el «Barón Rojo» fue derribado porque, tras la lesión en la cabeza, se volvió más imprudente y realizaba continuamente maniobras temerarias. Pero las circunstancias concretas de su muerte, como muchos de los hechos que rodean al mito, son aún un misterio.
Por Nico Pointner (dpa)