Nueva York, 15 feb (dpa) – Apenas se ha escuchado a Joaquín «El Chapo» Guzmán hablar durante las vistas orales preparatorias de su juicio que se celebran cada aproximadamente tres meses ante el juez de Nueva York que lleva su caso, pero el ex jefe del cartel de Sinaloa pidió en la de hoy la palabra para dirigirse al juez.
«Le pido por favor que modifique las reglas para permitir hablar con mi esposa cara a cara para solucionar esta situación. Si no, mi juicio será una farsa», quería decir al magistrado entre otras cosas.
No pudo hacerlo. El juez Brian Cogan le negó la posibilidad de que leyera el papel mecanografiado que tenía en sus manos después de consultar junto al estrado con la fiscalía y el abogado del narco, el letrado de origen ecuatoriano Eduardo Balarezo. El temor de los fiscales era que «El Chapo» pudiera mandar un mensaje en clave.
Sin embargo, el juez de la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York dio autorización a su abogado para que registrara oficialmente el escrito entre la documentación del caso y este lo hizo horas después. A última hora de la tarde, el documento se hizo así público.
«No he tenido contacto con mi esposa por 13 meses», señala «El Chapo» en él. «Por esa imposibilidad de contacto, ella no ha podido ayudarme a conseguir los fondos para pagar a mis abogados».
Balarezo había explicado por la mañana que su cliente le dictó el mensaje durante su visita a la cárcel la noche anterior y que él lo mecanografió después para que Guzmán lo pudiera leer hoy.
«Debido a las reglas que usted autorizó, se me hace imposible montar mi defensa en este caso que usted mismo ha dicho es muy complejo», dice «El Chapo» al juez en un mensaje que ocupa poco más de dos folios escritos en español con un tamaño de letra regular y alguna errata o falta ortográfica.
Balarezo entró oficialmente en el caso en septiembre, relevando a los dos abogados de oficio que el «El Chapo» había tenido durante los ochos meses posteriores a su extradición.
Se había anunciado que también iba a entrar en el equipo Jeffrey Lichtman, el abogado con despacho en Nueva York que libró de la cárcel al mafioso John A. Gotti. Pero jamás lo hizo alegando dificultades para garantizar el cobro de los honorarios.
Estados Unidos sigue buscando los 14.000 millones de dólares que estima que amasó «El Chapo» con el narcotráfico y la fiscalía asegura que pedirá la incautación de todo dinero sospechoso de proceder de él.
«Solo mi actual equipo legal me puede visitar, pero las reglas no les permiten pasar mensajes a mi familia con instrucciones de cómo obtener los honorarios. Las condiciones que usted autorizó me han dañado mucho porque no puedo armar mi defensa con los abogados que yo seleccioné», le dice Guzmán al magistrado.
Balarezo ha cobrado solo el primero de los tres pagos acordados con «El Chapo», y según el propio letrado, no ha sido toda la cantidad. «Las personas que me ayudaron hacer ese primer pago ya no pueden más», dice Guzmán en su escrito. «Mi proceso está afectado porque no puedo formar al equipo completo de abogados que yo seleccioné».
En el mensaje proclama también lo que Balarezo ya explicó por la mañana ante el juez. «Quiero que todos sepan que yo quiero ir a juicio. No tengo intención de colaborar ni declararme culpable. También quiero que hagan lo posible para pagar los honorarios de mis abogados», señala «El Chapo».
Es su respuesta a un artículo publicado hace unos días por el diario mexicano «El Universal» que aseguraba que familiares de Guzmán se plantean no pagar su defensa porque dan por perdido un juicio en el que basta con que sea declarado culpable en solo uno de los 17 cargos para que sea condenado a cadena perpetua.
En el escrito, «El Chapo» se queja también de las condiciones en las que se encuentra en el Metropolitan Correctional Center de Nueva York, una cárcel de máxima seguridad en la que está en régimen de aislamiento.
«Sufro de dolores de cabeza todos los días. Vomito casi todos los días. No me han arreglado dos muelas y me duelen mucho», indica, y recuerda que no puede salir de la celda, en la que la luz está encendida sin ninguna pausa. «Es una tortura de 24 horas cada día».
Por Sara Barderas (dpa)