El Cairo, 29 ene (dpa) – Entre las muestras de humor negro con que se critican estos días en Egipto las elecciones presidenciales de marzo, destaca el video de una carrera de la película «El Dictador», del cómico Sacha Baron Cohen. En ella, el actor da vida a un dictador árabe en uniforme militar que empieza la carrera saliendo el primero, después da él mismo el pistoletazo de salida y luego derriba a tiros a los contrincantes que van a superarlo.
Ese fragmento de la película, con el subtítulo: «La carrera presidencial en Egipto», se hizo viral en los últimos días después de que lo lanzara en Twitter un cononocido bloguero.
Y aunque Cohen aparece en la cinta con una larga barba, los más de 1.000 usuarios que lo compartieron lo hicieron posiblemente pensando en el afeitado presidente egipcio, Abdel Fattal al Sisi, que busca la reelección en unos comicios a finales de marzo que ha prometido que serán «libres y transparentes». También prometió igualdad de oportunidad para todos los candidatos.
Pero la realidad dos meses antes de las elecciones es que no hay candidatos que puedan hacerle de verdad frente, y no porque no haya interesados en ocupar el cargo, sino más bien porque todos los que tenían alguna opción fueron poco a poco apartados del camino cuando estaban a punto de registrarse. Y de una forma tan evidente, que «se ha alcanzado el punto más bajo en la evolución política de Egipto», considera el experto en el país norafricano Stephan Roll, de la Fundación de Ciencia y Política (SWP) de Alemania.
Hace exactamente siete años, a finales de enero y comienzos de febrero de 2011, creció en El Cairo y otras ciudades del país una esperanza de cambio: sobre todo fueron los jóvenes quienes salieron entonces a la plaza Tahrir, rompiendo los cordones de la policía para pedir el fin del régimen del autoritario Hosni Mubarak, con la esperanza de poder participar en la configuración futura del país. Una esperanza que se ha visto sin embargo frustrada.
En las últimas semanas, Egipto ha sido escenario de una progresiva exclusión de los candidatos que querían hacer frente a Al Sisi: el ex líder militar Sami Anan fue detenido acusado de supuesta falsificación documental y fallos de procedimiento cuando iba a presentar su candidatura y desde hace una semana sigue sin estar claro dónde está siendo retenido.
También el abogado de derechos humanos Jaled Ali se retiró de la carrera alegando la detención de miembros de su campaña electoral.
El ex primer ministro Ahmed Shafik volvió de su exilio con la intención de se candidato, pero finalmente desistió. Según el diario «The New York Times», fue retenido durante semanas en un hotel casi bajo arresto domiciliario. Otros medios aseguraron que retiró su candidatura por las presiones recibidas.
Mohamed Anwar al Sadat, sobrino del presidente Anwar al Sadat, también quería concurrir a los comicios, pero al final dio marcha atrás alegando que le preocupaba el bienestar de sus seguidores.
Lo que queda a dos meses de los comicios, que arrancan el 26 de marzo, es un candidato favorito, Al Sisi, y sólo un contrincante, que apareció en el último momento poco antes de que acabara hoy mismo el plazo de inscripción de candidatos.
La candidatura de Moussa Mostafa Moussa, del partido Al Ghad (El Mañana), cercano al Gobierno, es considerado sin embargo un «acto desesperado» de la cúpula para que Al Sisi tenga al menos un competidor sobre el papel, asegura el experto Roll. La votación será por tanto, como ya lo fue con Mubarak y otros, una farsa, cree el analista.
La oposición egipcia muestra mientras tanto su desesperación: «Prácticamente no hay camino para cambiar nada por vía democrática», se queja Masum Marsuk, representante del Ministerio de Exteriores y embajador en Finlandia, entre otros destinos, en la era Mubarak.
Aunque no forma parte de ningún partido, él y su familia han sido atacados por los medios fieles a Al Sisi.
En el Egipto de hoy tampoco son posibles las reuniones de los opositores al Gobierno, porque ningún hotel quiere poner a disposición sus habitaciones para la oposición.
Una serie de críticos de Al Sisi llamó al boicot de los comicios, pero pese a la indignación de muchos ciudadanos por las reformas económicas puestas en marcha por el Gobierno, el experto Roll no cree que vaya a haber grandes protestas en el país. El Gobierno del país del Nilo no está tan poco preparado como lo estaba hace siete años el de Mubarak.
En dos meses, nadie duda de que Al Sisi será reelegido para un nuevo mandato. El último, según dicta la Constitución, aunque habrá que ver si eso no cambia.
Por corresponsales de dpa